4. La luna de miel

Cogieron el avión a la hora que tocaba tras el desayuno. Llegaron justos con el taxi, corriendo, pero felices. Embarcaron tras dejar el equipaje en cintas. No estaban en clase alta, pero el viaje ya lo era. Destino: Tailandia.

Un lugar de ensueño, ideal, para quienes se han jurado amor eterno. Coincidieron en la elección. Masajes, cabaña en el mar, dieta, sexo y paseos con una empresa turística especializada, con transfer y guia español, que les llevarían a buenos lugares, ambos ex compañeros de estudios de él. 

Unas horas de vuelo que iban a utilizar para descansar, viendo películas, series en el portátil, comer y dormir. Desconectar de todo, rutina y entornos, y ella pensó: " y de él". Porque él no iba a estar en ese país. El no aparecería de sorpresa, el no estaría allí, ni la iría a buscar, si no había ido a detener la boda.

Cerró los ojos, y pensó: "A partir de aquí, todo cambia". Y no sé equivocó.

Cuando despertó, sin recordar lo soñado, se dedicó a centrarse en su pareja, su marido. Empezó a mostrarse más atenta, más agradable y paciente. No se había casado por casar, ni por el dinero ni lujos, pero lo quería, aunque no fuese el amor que sentía por el otro. Y ya no quería pensar ni recordar, sino vivir su presente y futuro. Y en Tailandia, fue de ensueño.

Resumiendo, por no ser tan explícitos, levantarse en el océano con aire fresco diario sin contaminar, un baño para cada uno, comida ligera eso sí, quizás con más "detoxificación" de la esperada pero renovando el cuerpo, paseos por la playa, visitas por la zona, a museos y algunas villas cercanas, además de un masaje diario y mucha pasión sexual diaria hicieron ese viaje maravilloso. Tan maravilloso, que una semana y media era poca. Y, además, ni pensaba en el, ni estaba triste. 

Pero había que regresar...

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